“Dolor Compartido”
(2012).
(Obra expuesta en exposición
seleccionados 4° Concurso Nacional de Joyería Contemporánea, Museo Colonial de
Santiago Casa Colorada. Santiago, Chile)
Una joya es una pieza que se utiliza para decorar el cuerpo y que posee
un valor. ¿Por qué no decorar el cuerpo con la existencia humana? ¿Con las
propias vivencias?
El collar que se coloca alrededor del cuello como adorno o como insignia,
posee la forma de un grillete que esconde una condena temporal o permanente.
Éste se puede camuflar con metales o telas, pero no perderá su esencia.
La tela empleada es negra, color que para los occidentales significa
luto. También es traslúcida para permitir el paso de energía. Las lágrimas que caen de ella, son
transparentes para evocar el llanto ligero y sereno, y de metal con efecto
corroído, por los llantos tormentosos.
El destinatario son todos aquellos que han perdido a un ser querido, y
que puede ver reflejado su dolor en esta materialización de emociones. Son
todos los anónimos que esperan cada día en las puertas de un hospital o del
Servicio Médico Legal a una voz que los llame. A aquellos que tienen la secreta
esperanza de despertar de aquel mal sueño.
Sin embargo, los collares se llevan con dignidad a pesar de su peso,
realzan el cuello de quien los lleva. Pueden generar admiración, porque su
portador se inviste de un artefacto que implica energía, materiales con belleza
y creatividad. Marca diferencias con otros y visibiliza que somos únicos. Los dolores que sufrimos por amor a otros
responden a nuestra humanidad. Pienso y siento que eso posee un valor, merece
admiración como un collar.
"Dolor compartido", acrílico, cobre
esmaltado y tela, 15 x 50 cm .
2012
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