“Nunca se va…”. (2011)
En esta propuesta se vincula la memoria personal con el tema del dolor. En
la vida del ser humano se viven diversos tipos de experiencias, dentro de ellas
las tristes, como la perdida de un familiar o momentos de crisis, son las más
marcadoras y las que dejan huella en nuestro interior. Es en estas situaciones
cuando surgen de personas externas frases que comúnmente se conocen como “cliché”, tales como: “todo estará bien”, “es
mejor que haya sucedido así”, “ahora esta en un mejor lugar”, “la pena nunca se
va, sólo se aprende a vivir con ella”. Dentro éstas es la última en la que
encuentro una multiface, en que no sólo la pena es con la que se aprende a
vivir, sino también entran en este campo sentimientos como la angustia, la
incertidumbre y la depresión. La forma de exteriorización de estos sentimientos
generalmente es el brote de lágrimas, que no solo son representación de la
tristeza, sino la floración de un interior herido y angustiado, un cuerpo que
necesita depositar en el exterior el dolor interno producido por una situación
o un problema personal.
De lo anteriormente mencionado, es que decido juntar una frase con el
elemento de exteriorización personal de sentimientos mayoritariamente
angustiosos (lágrimas) y la frase que posee para mí más sentido: “la pena nunca
se va, sólo se aprende a vivir con ella”. En la instalación se busca el efecto
de que la misma frase llore y sienta lo vivido, además de dejar un espacio
vacío para que la palabra “pena” pueda ser remplazada por el espectador.
"Nunca se va…”, madera calada y
cuentas de vidrio, 300 x 150
cm . 2011
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